jueves, 6 de agosto de 2009

Gente de moda

Luces amarillas, azules y rojas dan vueltas sobre la superficie blanca de la pasarela. Las sillas vacías que rodean el escenario cada vez son más pocas. La gente, impaciente, mira el reloj y trata de consolarse con las promesas del hombre que maneja el micrófono detrás de la tarima: “En pocos minutos podrán disfrutar del lanzamiento de la última colección”. La música electrónica y las frecuentes pruebas a la máquina de humo aumentan las expectativas y los murmullos entre los invitados. Muchos se quejan por el retraso y otros se resguardan de una lluvia menudita que les picotea la piel.

“Por fin lo que todos estábamos esperando. Abriendo este desfile nuestra modelo invitada, Paula Andrea Bentancur”, es la voz del hombre tras bambalinas. Todos los ojos y las lentes de las cámaras se dirigen a la tarima ansiosos de confirmar el anuncio. Nadie se quiere perder un detalle del evento. Los que no alcanzaron boleta se empinan detrás de las barricadas en un intento desesperado por ver a la estrella de la noche.

Los asistentes saben que la famosa reina de belleza ha pisado las pasarelas más prestigiosas del mundo; su rostro ha sido la imagen de exitosas campañas publicitarias y su cuerpo ha lucido trajes de alta costura. El asombro del público sería exagerado si estuvieran en un desfile de Colombiamoda, pero en la Feria de la Confección de Donmatías las cosas son diferentes.

Paula Andrea aparece detrás de una nube de humo y con una sonrisa saluda a los donmatieños que corean su nombre desde los balcones y el atrio de la iglesia. La lluvia y el frío persisten, pero no son una excusa para perderse el acto central de las fiestas del pueblo. En el camerino los modelos encargados de seguir con el show reciben las últimas instrucciones de los coreógrafos y de las modistas; ellos, aunque no son reconocidos en el mundo de la moda, también reciben la ovación de los espectadores.

Montero es la primera marca que pone su colección en la pasarela. En sus prendas no hay espacio para las sedas ni para el algodón. Las mujeres llevan jeans ajustados y faldas cortas, mientras que los hombres lucen pantalones anchos y camisas abiertas. Cadenas gruesas que cuelgan del cuello y de la ropa de los modelos, le dan un aire industrial y atrevido al montaje de la coreografía.

En primera fila Enrique Gil, dueño y gerente de la empresa, observa con atención cada movimiento, y por la expresión de su rostro parece satisfecho con la presentación de sus prendas. Este hombre, de voz aguda e imponente, nació en el campo, pero conoce más de hilos y de moldes que de animales y de potreros. Él, como muchos otros donmatieños, no pasó desapercibido frente a la industria textil que se instaló en Donmatías. Sus manos gruesas y toscas nunca habían pegado un botón, pero el buen olfato que siempre ha tenido para los negocios le mostró que en las confecciones estaba su futuro y el de su familia.

Al principio consiguió trabajo en una fábrica de Medellín que montó una sucursal en el pueblo. Allí, aprendió de máquinas, de jeans, de procesos de lavandería, de clientes y de telas. Cada detalle lo guardó en su cabeza y cuando todo estaba listo dio el primer paso para convertirse en un empresario independiente. En el año 1986 registró Creaciones Hega Limitada, un taller pequeño que le confeccionaba bluyines a terceros. Las cosas iban bien para Enrique y para las personas que lideraban la industria textil en el pueblo; grandes marcas colombianas y norteamericanas como Caribú, Polo, Diesel y Levi’s pusieron sus prendas en manos de las jóvenes y experimentadas operarias donmatieñas. La pequeña empresa estaba generando ganancias, pero su propietario sabía que no era suficiente.

A pocas cuadras de Creaciones Hega estaba Zafiro, la fábrica de Olga del Río, una madre divorciada que también pensaba en grande. Los intereses de estos empresarios se unieron y el año 1995 registraron su propia marca, Montero: “Nosotros siempre le habíamos confeccionado a terceros, siempre recibíamos maquila, pero teníamos una inquietud y queríamos explorar nuevas propuestas, por eso empezamos a sacar nuestros propios moldes. La cosa no fue tan complicada y decidimos meternos de lleno en nuestro propio producto”, dice Enrique.

La noticia de la salida de Montero al mercado corrió por todo el pueblo; era la primera marca que nacía en Donmatías. La empresa iba en ascenso, los buenos resultados la consolidaron y alejaron de sus finanzas la mala racha que destruyó proyectos similares. Pero el éxito no estuvo solamente en los negocios. La sociedad de Enrique y de Olga pasó a un plano personal; olvidaron los fracasos de sus primeros matrimonios y juntos construyeron una nueva familia.

Aunque los bluyines se estaban vendiendo, era necesario conseguir nuevos clientes. Los propietarios de la empresa analizaron el mercado y pensaron en los desfiles, una estrategia que puso en la cima a las marcas y a los diseñadores más reconocidas del mundo. La idea de montar uno en Donmatías parecía descabellada, pero si tenía éxito pondría a Montero en un lugar privilegiado. El coliseo del pueblo fue el escenario que acogió a las inexpertas modelos. La invitación llegó a la alcaldía, a la casa cural y a la puerta de los personajes más prestigiosos del municipio: “Eso fue todo un boom en el pueblo. Éramos los primeros en armar un desfile. La idea gustó mucho y nos fuimos especializando en ese campo. El principal objetivo era impulsar la marca y conseguir clientes”.

Con el paso de los años el desfile fue tomando fuerza y el éxito de Montero impulsó la creación de nuevas marcas. Con la aparición de Gold Rush y Kim’s se consolidó un estilo propio en Donmatías. Las tendencias que llegaban de afuera no eran las únicas que dictaban un patrón; la moda y la calidad también estaban en los productos propios.

Pero el impacto de estas empresas se sintió con más fuerza en el año 2000. Los confeccionistas y la administración municipal buscaron como pretexto las fiestas del pueblo para institucionalizar una actividad económica que se había tomado todos los rincones del municipio. “En Donmatías no existían fiestas como en todos los pueblos de Antioquia. Pensamos en armar las de la leche, pero esas las organizan en San Pedro. Entonces vimos que como nuestro fuerte eran y siguen siendo los textiles, lo mejor era tener en el municipio la Feria de la Confección y la Cultura”.


En la segunda semana de octubre, propios y visitantes disfrutan de eventos dedicados a la moda, la cultura, el deporte y la religión. Charlas del Tratado de Libre Comercio, descuentos en los almacenes, comparsas, trovas, obras de teatro y procesiones, hacen parte de la apretada agenda de la celebración. Pero el desfile es el programa que se roba todas las miradas. Cada detalle es planeado con cuidado, pues el propósito de los organizadores es dejar a todo el pueblo con la boca abierta: “Todo lo referente al desfile lo coordinan desde la alcaldía; ellos nos dicen cuánto vale la inscripción, cómo se va a montar la pasarela y a quiénes debemos invitar, pero los dueños de las marcas decidimos la música que vamos a usar y el estilo de las colecciones que vamos a presentar”.

Las modelos de talla internacional son las invitadas más consentidas de la Feria de la Confección, pues su popularidad es el gancho que los empresarios necesitan para darle categoría a su pasarela. Adriana Hurtado, Natalia Paris, Paula Andrea Betancur y Ana Sofía Henao han lucido con glamour los bluyines trazados por las manos de los diseñadores donmatieños.

Enrique y Olga, cada vez que recuerdan el día que unieron sus vidas y sus empresas, saben que eligieron el camino correcto. Para ellos han sido ocho años de trabajo y de buenos resultados. El almacén donde venden sus prendas es uno de los más visitados en el pueblo y en su fábrica se producen diariamente entre cien y ciento cincuenta bluyines. Ahora, Montero se ha transformado en un negocio familiar; la diseñadora, el publicista y el contador los tienen en la casa: “Nuestro hijos se interesaron en sacar adelante el patrimonio de la familia; ellos decidieron prepararse y compartir sus conocimientos con nosotros. Estamos muy contentos porque logramos expandir nuestro mercado. Los jeans de Montero se venden en los santanderes, en la Costa Atlántica y en Medellín, y en un futuro esperamos que conozcan nuestros productos en todo el país y en el exterior”, es el balance que hace Enrique de su empresa.

La presentación de Montero se cierra con una larga cadena de aplausos. La gente murmura y elogia lo que acaba de ver en la pasarela. Enrique mira a Olga y con un beso le agradece esa compañía sincera e incondicional.

Made in Donmatías
Es domingo y acaba de empezar la clase de pasarela para las niñas de seis a doce años. Ellas observan con atención los movimientos de su profesor. Él dibuja con el cuerpo los pasos que sus estudiantes deben repetir sobre una tarima blanca en forma de “T”. “Espero que esta vez sí me pongan atención. Vamos a repetir la coreografía con los giros básicos que les enseñé la semana pasada. Empezamos con un mí-tú, luego hacemos un sinfín y terminamos con un mí-tú abierto. Recuerden la posición del cuerpo: espalda recta, cabeza al frente y meneo de caderas”, estas son las indicaciones que Kico Moreno les da a sus alumnas.

Tatiana, Yeniffer, Alejandra y Paula llevan dos meses asistiendo a las aulas de Photo Model, la única agencia de modelaje de Donmatías. Su dueño, Sergio Madrid, es el mismo hombre que, tras bambalinas, anunció la aparición de Paula Andrea Betancur en la pasarela y preparó a las modelos que la acompañaron en el desfile central de la Feria de la Confección.

En una casa cercana al parque de Donmatías, este fotógrafo y dos de sus más cercanos compañeros instalaron una academia, un estudio fotográfico y una boutique. En la entrada, un letrero grande y luminoso resume el espíritu vanguardista del lugar. Las paredes parecen un mosaico lleno de fotografía, donde los rostros inmortalizados de las modelos reciben a los visitantes con una sonrisa o una pose sensual. Las vitrinas exhiben camisetas escotadas y vestidos vaporosos que parecen más apropiados para un pueblo soleado. Gafas grandes, pulseras anchas y collares largos también ocupan un espacio en el mostrador dispuesto en la entrada. En la habitación más grande de la agencia adecuaron el estudio fotográfico, un lugar lleno de cámaras, sillas, sombreros y luces. En lo que alguna vez fue el patio de una vieja casa campesina, está la pasarela donde Kico les confía a sus alumnas los secretos para alcanzar la fama en el limitado mundo del modelaje. Las niñas repiten los giros mientras se miran en los espejos que cubren las paredes.



Hace veinte años Sergio no se habría imaginado que podía ser el dueño de una academia de modelos. Aquel niño que creció en la Frisolera, una vereda lejana de Donmatías, nunca supo de textiles ni de accesorios. Llegó al casco urbano del municipio cuando apenas tenía dos años. Allí, encontró un ambiente muy distinto al que respiró en el campo: “En la vereda hice la primaria. Cuando teníamos que comprar algo salíamos a Barbosa, pues el pueblo nos quedaba más retirado. Después nos instalamos en Donmatías y allá hice el bachillerato. Recuerdo que cuando terminaban las clases del medio día, me topaba con un montón de gente que salía de las fábricas a almorzar; eso me parecía muy raro”.

El asombro duró poco tiempo. Sergio se acopló sin problemas al ritmo acelerado que las confecciones le imponían al pueblo. Su primer acercamiento con la moda lo tuvo antes de graduarse. Las clases de química y de física las combinaba con cursos de modistería y en poco tiempo aprendió de figurines y de telas. Con el cartón de bachiller en la mano llegó la incertidumbre del futuro. Lo único que tenía claro era que no quería cargar bluyines o lavar platos en Estados Unidos, opciones que eligieron muchos de sus amigos. “Quería estudiar pero mi familia era de bajos recursos y no me podían pagar una carrera universitaria. Me presenté a Comunicación Social en la Universidad de Antioquia, pero no pasé. Entonces empecé a trabar y estudiar Contaduría en Medellín. Por cosas del destino la fotografía llegó a mi vida. Un día me dieron un volante en la calle que promocionaba unos talleres, averigüé y me inscribí. Empecé a estudiar las dos cosas al mismo y cuando terminé el curso me retiré de Contaduría”.

Sergio vio en la fotografía la oportunidad de crear su propio negocio. Regresó a Donmatías con una cámara y en compañía de Fredy, su amigo de infancia, abrió un estudio fotográfico. “Registramos Photo Model en septiembre del año 1999. Hicimos la inversión y empezamos a tomar fotos en un local muy chiquito. A la gente le gustó el trabajo y empezamos a crecer poco a poco”.

Las cámaras de Photo Model nunca persiguieron los matrimonios o las primeras comuniones de los donmatieños; sus lentes se especializaron en capturar la belleza de las modelos. Esta habilidad no pasó desapercibida frente a los ojos de los confeccionistas, quienes reconocieron el talento de los jóvenes fotógrafos y decidieron confiarles sus colecciones. “Empezamos a empaparnos del mundo de la moda. Desarrollamos nuestros propios conceptos y asesoramos a los dueños de las marcas para que se luzcan en sus desfiles. Nosotros nos encargamos de hacer los montajes y de preparar a las niñas que van a participar en el evento central de la Feria de la Confección”.

Pero la intervención de Photo Model va más allá de la organización de un desfile. Ellos se concentraron en la creación de un semillero de modelos profesionales. Los jóvenes que se inscriben en su academia reciben clases de glamour, etiqueta, pasarela y fotografía. “Vimos mucho potencial en las niñas del pueblo. Sabemos que todas no van a ser las súper modelos, pero con las cosas que les enseñamos van a aprender a moverse en público y a vestirse bien. Lo que queremos es tener un top model muy exclusivo en Donmatías, pues estamos formando talentos capaces de participar en cualquier pasarela de Medellín y porque no del mundo”.

La clase de pasarela de Kico Moreno termina al medio día. Tatiana, Yeniffer, Alejandra y Paula memorizaron los cinco giros básicos que su profesor les repitió hasta el cansancio. Aunque apenas son unas niñas, ellas aspiran a convertirse en modelos tan reconocidas como Paula Andrea Betancur, la misma que en octubre, en la Feria de la Confección, se llevó todas las miradas y el aplauso del público.

1 comentario:

  1. ¡Qué buena crónica Lina! Excelente narración y muy completa la información que das. Me quito el sombrero: buena mirada, detallista y panorámica a la vez, gracia en el fraseo, ritmo. Me lo leí de un tirón, algo que rara vez me sucede en un texto largo en internet. Felicitaciones, y seguile dando que ya sabés de qué se trata esto, y de sobra. ¿Cuándo se publica el texto?

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